Algunos negocios nacen de la estrategia; otros, del espíritu. La Curandera nació de lo segundo. Lo que comenzó como un sencillo frasco de salsa macha preparado con chiles de un pequeño huerto casero en California pronto se convirtió en una poderosa expresión de herencia, sanación y autonomía económica.

Nuria Armenta, fundadora de La Curandera, nunca imaginó que se convertiría en emprendedora. Su vida estaba arraigada en las artes y las ciencias sociales. Estudió antropología en México, se formó en artes visuales en Italia y pasó años inmersa en proyectos creativos. La comida y el cultivo siempre fueron parte de su crianza en Tepoztlán, Morelos, pero emprender un negocio nunca estuvo en sus planes.

Todo cambió cuando se mudó a California. Ahí redescubrió la riqueza de la agricultura orgánica y comenzó a cultivar sus propios chiles. Preparaba salsa macha como regalo para sus amistades, y les gustó tanto que la animaron a empezar a venderla. Cuando su padre falleció inesperadamente durante la pandemia de COVID, la pérdida la llevó a una profunda reflexión. Se dio cuenta de que necesitaba un camino hacia la estabilidad e independencia, tanto para ella como para apoyar a su familia. Basada en las enseñanzas de su padre, crear La Curandera se convirtió en ese camino.

Pero emprender no fue sencillo. Pasar de un trasfondo artístico a gestionar finanzas, precios y operaciones implicó una curva de aprendizaje constante. Cultivar sus propios ingredientes no salió como esperaba. Y, como muchas personas que inician un negocio, enfrentó momentos de duda.

Todo cambió cuando encontró a Prospera.

Nuria conoció a Prospera en un evento comunitario donde estaba tocando son jarocho. De inmediato sintió una conexión: un espacio donde las emprendedoras latinas se apoyaban, hacían preguntas juntas y crecían lado a lado. A través de asesorías individuales, talleres y una comunidad cálida, Nuria fue ganando la confianza para verse a sí misma como dueña de un negocio.

Prospera le ayudó a entender sus costos, llevar un registro de sus finanzas y fijar precios de manera sostenible, una transformación que le permitió comenzar a pagarse a sí misma y aumentar sus ingresos de $23,000 a una proyección de $43,000 este año. Más allá de las herramientas técnicas, el acompañamiento emocional y espiritual fue igual de poderoso. “Prospera hizo que todo el camino se sintiera más acompañado,” compartió. “No sé si hubiera seguido sin esta comunidad.”

Hoy, La Curandera es más que una marca de salsa macha artesanal. Es un homenaje a las mujeres de su familia, a la cocina como espacio de comunidad y a su padre, cuyas enseñanzas sobre la independencia siguen guiándola. Su salsa es una forma de nutrir a otras personas, honrar sus raíces y sanar a través de la creación.

El camino ha sido lento y lleno de aprendizajes, pero también lleno de propósito. Y con cada frasco de Salsa Curandera, Nuria sigue construyendo algo que es suyo, algo que nutre y algo que crece.

Para aprender más sobre La Curandera, visita su sitio web: www.salsacurandera.com

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